martes, 3 de septiembre de 2024

MIS CONVERSACIONES EN EL 2004

 





Mi pequeña amiga. No sé muy bien de qué hablas, pero entiendo que estás pasando un mal momento. La vida incluye estas secuencias y el tiempo nos ayuda a encontrar el tono más adecuado para afrontarlas.
 
En alguna ocasión he intervenido en conversaciones en las que se trataba injustamente a personas a las que yo conocía bien y que de ninguna manera se ajustaba a la verdad aquello que se decía. Esa es la primera sensación que he tenido al leer tu carta. No eres justa contigo, pero es normal esa reacción.
 
Quizás yo esperaría de ti algo más de serenidad y, por qué no decirlo, de valor.
 
Hay que ser valiente para admitir errores y ceñirse a la realidad. ¿Alguien ha sufrido por mi culpa? Pediré perdón y restituiré lo que pueda. Así podré quedarme a solas con mi realidad.
 
Cuando tenemos pocos años los conflictos aparecen multiplicados y un garbanzo, a pesar de que lo oculten siete colchones, es capaz de amoratarnos el ánimo. La vida nos parece un cuento, feliz o desgraciado, pero un cuento.
 
Cuando tenemos pocos años necesitamos puntos de referencia. Las grandes ideas parecen tener vida propia  y les ponemos un rostro divino porque somos  demasiado pequeños para alojarlas en nuestra comprensión.
 
No somos capaces de compartir un juguete que es “nuestro”,  porque traducimos “ser” por “poseer”. Dibujamos fronteras que nos impiden crecer en esa mezcla vital que llega del otro lado y levantamos muros creyendo que así no se verá nuestra delgadez humana.
 
Maduramos.  Tarde o temprano, los años, los nuestros, se extrañan y quieren estar todos juntos. Es éste un momento delicado, pues cada uno defiende lo suyo. No es lo mismo el año 6 que el 26 o el 86 y hay que encontrar un espacio donde todos puedan sentirse cómodos sin renunciar a sus peculiaridades.
 
Soportamos mal no ser el ombligo del mundo y reaccionamos como reyezuelos. Un niño puede decir “te odio” porque no tiene recursos todavía para diferenciar responsabilidad y dependencia, pero si odiara un adulto, se habría cerrado caminos fundamentales para alcanzar la madurez en ese viaje al centro de uno mismo.
 
 La paradoja está en que ese trayecto solo puede hacerse desde la madurez que se aloja en ese centro.
 
Querida amiga. Gracias por prestarme tu espejo.
 

 


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