La historia de Pierre, Marie y Denis.
Pierre había entregado
su alma al dios dinero. Tenía una empresa con la que se dedicaba solamente a
conseguir beneficios económicos y compraba los placeres que solo pueden pagarse
en metálico.
Marie vendía su cuerpo
(solo su cuerpo) porque no había encontrado otra solución para salir adelante.
Su historia era muy triste.
Denis era un joven con
suerte socialmente, por pertenecer a una familia económicamente fuerte. En el
colegio, cuando era niño, llamaba la atención de los profesores por la
originalidad de sus respuestas a los distintos problemas que planteaban en
clase y el destino le dio una llave para salir de esa cárcel de normas rígidas
que su padre se empeñaba en enseñarle. Por eso le interesó el tango. Un baile
profundamente complejo.
Volvamos a Marie.
Si seguimos la pista
del por qué buscaba los abrazos tangueros, entramos en una interesantísima caja
de sorpresas.
El tango no admite
acercamiento sexual. La norma para bailar está en conseguir el equilibrio
físico y psíquico.
A través del tango,
Marie había encontrado la manera de encontrarse. En su trabajo sólo estaba en
venta su cuerpo y en el baile del tango descubrió una sinfonía de sus emociones
que, hasta entonces, procuraba ocultar para que no se las robasen.
Denis fue su espejo. Él
se fijó en sus pies que hablaban dibujando todo lo que sentía.
Esa mirada llamó la
atención de Marie y en ese encuentro Denis escuchó aquel tango que tanto le
había emocionado sin saber cuál era la razón. ¡Y la encontró!
En ese momento se
trenzó entre ellos la letra que siempre habían querido recitar… y lo hicieron a
dúo.
La reacción de Pierre
fue la esperada. Esconder lo que le avergonzaba por no tener la madurez
suficiente para mirarse de frente y marcharse a buscar lo de siempre.
Denis
y Marie se fueron juntos donde los dos querían.
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