Es importante ver los problemas desde distintos cristales, pero sobre todo con el ánimo de resolverlos.
A este amigo le quiero mucho y me gustaría ayudarle. En una ocasión le escribí una carta de la que te reproduzco algunos pasajes:
“Lo que yo he sabido de tus padres es que se han encontrado con un problema que en cierta manera les desbordaba, pero querían echar una mano. Sus circunstancias han sido duras, como las de toda su generación y están acostumbrados a las privaciones. Hubieran dado su vida por recuperar la tuya.
Siempre me han hablado bien de ti. Que eras amable, responsable, trabajador, cariñoso, en suma, un pedazo de pan (de pueblo). “Hay mucha gente que consigue tener una familia, una casa, un coche... y no son mejores que él”, me decían. “¿Por qué ha decidido tomar un atajo y pasar de todo?”
Después de hablar con los psicólogos se calmaron un poco. Le explicaron a su padre que podía ser un problema de falta de estimación. (¿Pero cómo le van a estimar si está prisionero de la droga? apostillaba su madre, “que la deje y será una persona respetable”).
Recuerdo alguna situación de callejón sin salida. Si le pedía dinero a su madre y se lo daba, su padre le reñía y si se negaba le acusaba de que esa falta de cariño le había puesto a los pies de los caballos.
Yo, desde fuera, lo que veía era que los tres querían entenderse pero hacía falta más distancia para que las propias angustias no se empujaran en tre sí.
Los conflictos son inevitables. La diferencia es cómo se afrontan. Ocurre a veces que uno estaría dispuesto a asumir lo suyo, pero se encuentra con un exceso de peso que no le corresponde y del que nadie se hace responsable. No sé si me explico. Bueno, mañana te veo. Un abrazo y cuídate.”
María
María
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