viernes, 19 de enero de 2018

UNA VEZ MÁS, EL TANGO

Dibujo de Anita Brus



Escucho “La Ventana” el último día del 2007. Se habla de la emoción que provoca el tango y no puedo evitar participar en esa conversación. Hace diez años que empecé a bailarlo y fruto de ello nació “El Tango con Darío”.

Piaget explica clara y sencillamente las distintas etapas que recorre el niño hasta alcanzar la madurez. Freud descubre el inevitable zigzag en el que nos movemos cuando afrontamos ese emocionante viaje que nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos.

Me piden que hable del tango. Seduce hablar de la emoción porque solo hay una manera de hacerlo: estando emocionada.

El tango emociona porque es un idioma universal que puede contar, con todos sus matices, la aventura humana. Todo lo que rodea esta danza habla de actitudes correctas.

Bailar tango es una provocación para hablar de nosotros mismos y en ese camino, son indispensables el compañero y nuestro equilibrio.

 Hablar es viajar, distanciarse de uno mismo para incorporar “lo demás” y en este difícil proceso hay que sumergirse en la paradoja.

 Esta danza no podría interpretarse de otra manera. Dejaría de ser tango.







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