Querida Manuela. Te escribo estas
líneas para decirte lo mucho que me ha emocionado tu propuesta sobre involucrar
a los estudiantes universitarios en colaborar con las tareas de limpieza en
aquellas ocasiones en las que su ocio genera basura.
El cambio social se produce de
abajo/arriba y no al revés.
Soy una mujer comprometida, en la medida que mi madurez me lo permite, con
lo que pienso.
Siento mucho esas críticas que tu
“sugerencia” ha provocado, no tanto por los reproches, sino por el desgaste
personal que pueden causar. (Te vi por la tele un poco cansada).
Por mucho que uno luche en
política por cambiar la sociedad, tiene que saber las limitaciones de esos
resultados en los demás. Y al mismo tiempo estar absolutamente comprometido con
actuar individualmente como decimos que tienen que actuar los demás. Ese es el
reto y las contradicciones.
Recuerdo con mucho cariño el día
que vi (hace muchos años) un barrendero que parecía un universitario. ¡Por
fin!, dije, se van acabando las “castas”. Nadie nace para barrer las calles. La
limpieza es una actividad fundamental para nuestra salud. Es algo básico y
nadie está fuera de esa necesidad, por lo tanto, todos debemos implicarnos en
ella. Lo hacemos en determinados niveles.
Echamos la basura en un cubo.
Tenemos unos servicios en casa donde depositamos nuestros excrementos. Básico.
A partir de ahí hay quien
colabora un poco más y clasifica los desperdicios en contendedores de vidrio,
papel y cartones, plásticos… No lo hace todo el mundo, pero hay mucha gente
concienciada.
En lo que se refiere a la
limpieza ciudadana pagamos impuestos para que se contrate personal y todo el
material necesario para una correcta limpieza. Hasta ahí correcto.
Recordaré que el pago de
impuestos es una redistribución social para garantizar la igualdad de todos los
ciudadanos en aquellos servicios fundamentales.
El dinero es un símbolo de lo
básico.
Un cordial saludo y un fuerte abrazo
María Bernad
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