El poder por el poder complica lo
sencillo.
Sencillo es que si se dice: “Dios es absolutamente bueno” no haya
que rogarle que “lo sea”.
Que si Dios ha creado el mundo “a su imagen y semejanza”, este mundo
no será imperfecto.
Que si Dios tiene “poder absoluto sobre todas las cosas”
no habrá creado un diablo que le haga la competencia.
Por esas razones no escucho a
quienes hablan en nombre de Dios. Prefiero hacerlo directamente a través de ese
altavoz que es la bondad del equilibrio.
Cuando consigo encontrarlo en mí,
me encuentro en el cielo y estoy en paz porque en ese cielo no sobra nadie.
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