Siento no tener una memoria mejor para que una mayor información enriqueciera este comentario, pero no hay más.
Hace muchos años, vi. en televisión una película que trataba el tema de la educación con adolescentes de familias desestructuradas. (Lamento no acordarme del título, director, nacionalidad, etc.)
El profesor sembraba en ellos la curiosidad por los temas a estudiar, implicándoles de forma particular. Les hablaba de la guerra y se interesaba por cómo habían vivido sus familias aquella tragedia. Para ello debían hablar con sus padres y llevar por escrito esas historias. A partir de ahí, en espiral, todas las materias, ortografía, literatura, geografía, historia, etc. se estudiaban de una forma natural, porque lo importante no era sacar nota, sino descubrir lo mejor de aquellos críos. El siguiente paso fue crear una imprenta en la clase y publicar un periódico con aquellas crónicas. Esa clase estaba llena de sano orgullo. (lo de “sano” sobra, pero en muchas ocasiones el orgullo se confunde con la vanidad)
Años después, en Coslada (Madrid) hubo un ensayo parecido en uno de sus institutos. (Tampoco recuerdo el año ni el centro donde esto se produjo)
Le pregunté a Carlos Sebastián, un querido amigo (ya fallecido), que fue profesor del Colegio San Agustín, por qué no se ponía en práctica ese sistema de enseñanza. Me contestó: “Porque no hay profesores preparados para dar respuesta a las cuestiones novedosas que plantearían los alumnos y sería mucho peor la frustración que ello generaría al no saber tratarlas adecuadamente”.
Tiene sentido que nos agarremos a lo establecido, porque el vértigo solo pueden soportarlo los héroes y los héroes lo son porque en ese momento todos y cada uno de los demás estamos en el lugar correcto.
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