martes, 30 de enero de 2018

1.- CINE EN EL 2004 - 2ª parte



Director: Kim Ki-Duk
Actores: Kim Young-min, Yeong-su Oh, Oh Young-soo, Ji-a Park, Kim Jong-ho, Min Choi ...más



Hola María, a mí la película no me dejó esa impresión general. Te cuento lo que yo sentí.

El lugar me pareció un lugar abandonado por los hombres, y yo, no lo puedo remediar, tengo predilección por esos lugares. Por eso me dan sensación de arrobamiento esos Haikus clásicos, como los que venían en aquella revista que te pasé (El Paseante) en que alguien recuerda (o casi sueña) el ruido de una hoja arrastrada por el suelo de un bosque abandonado, en el que él lleva horas solo meditando. Un bonito libro de Watts hablaba de cuatro palabras japonesas de origen zen que designan esos ambientes: sabi, wabi, aware y yugen. Sabi muestra la soledad y quietud de las cosas, cuando se manifiesta además como resultado de un pasado lejano de causas y azares.

La larga noche,
el sonido del agua,
lo que pienso.

Wabi ilustra la soledad y la quietud, pero hace que fijemos la mirada en un elemento del mundo tal como es, sin dejarnos despistar por los pájaros del deseo alimentado por las convenciones sociales.

Desolación de invierno;
en el agua llovida de la tina
caminan gorriones.

Aware es el eco de lo que ha pasado y ha sido amado. Ilustra a la vez la pena por lo irreversible y la inutilidad de lamentarse ante un devenir que también puede ser amado.

Hojas que caen,
unas sobre otras,
en la vieja pila,
la lluvia golpea la lluvia.

Yugen muestra el misterio de los entes y del devenir.

La alondra:
sólo su voz cayó,
sin dejar eco.

Yo creo que el entorno de aquel valle tenía algo de esos cuatro elementos.

De todos modos, el lugar fue perturbado colocando una ermita artificial para el rodaje en el centro del lago, y puede que tu subconsciente haya captado algunos de los elementos disonantes o incoherentes que esto debe haber producido. Pero yo no veo en las puertas una de esas incoherencias, o al menos, no responsabilizaría al maestro de su presencia.

El budismo Mahayana y sobre todo las escuelas Chan (o zen) tienen mucho de humor irónico, y lo de las puertas abriendo el vacío a mí personalmente me parece un producto muy logrado de esa actitud. Además, puertas que no cierran nada aparecen en muchos jardines zen que dan a casas de te, y en los jardines chinos, con puerta o sin puerta, como esas aberturas de forma circular tan características, es decir, que forman parte de toda una cultura estética, más que ser una decisión personal del que habita el sitio.

Además, está el traspaso simbólico de dichas puertas. Tienes que traspasarlas simbólicamente si quieres, pues realmente no impiden nada, al poder ser bordeadas. Y el traspasarlas voluntariamente, yo lo entiendo como una de las cuatro actitudes fundamentales que invita a tomar el budismo en el camino que ellos enseñan. Esta actitud es la de “tomo refugio”, o “tomo refugio en la Shanga”, que es la comunidad de otros seres que han tomado voluntariamente la decisión de ser humanos, no fuerzas ciegas de la naturaleza, y que se apoyarán unos a otros cuando el ego, o los automatismos, o el desaliento, o lo que sea, ciegue a alguno de ellos. Es como buscar un aliado en un camino que intuimos será duro en ocasiones.

Pero, volviendo a lo del humor latente, la literatura clásica oriental está llena de anécdotas sobre la ironía y el humor con que se tomaban los maestros toda su enseñanza así como las debilidades de sus discípulos. Hay un elemento de humor que va unido siempre a esa enseñanza, de ningún modo creo que se pueda identificar dicho estilo de enseñanza con “la letra con sangre entra” de las sociedades cristianas o las autoritarias de todos sitios.

Si he entendido bien al budismo Mahayana, lo que el maestro hacía observando al niño atar piedras a animales y haciendo lo mismo él con el niño es jugar igual que el niño. Algo así como: “¡claro! ¿por qué no?” y a continuación juega a hacer lo mismo que el niño, pero con el niño. Pero no con la intención de que deje de hacer algo malo, sino con cierta ironía, y para que el niño se de cuenta de que si todos nos comportásemos como fuerzas de la naturaleza, sin atender a las consecuencias sobre los sentimientos de otros seres sensibles, se podrían producir toda esa variedad de “graciosas” situaciones, incluida la de despertarnos un día con una roca atada al cuerpo. Enseñanza que el discípulo acaba aceptando y recibiendo simbólicamente mediante esa ceremonia de ascender con la piedra hasta la cima de la montaña.

La enseñanza de los bodisatvas no es que hagas o no hagas ciertas cosas, sino que hagas lo que hagas, trates de hacerlo con completa conciencia y dándote cuenta de lo que sufren los egos de mucha gente cuando actuamos como fuerzas naturales, esto es, sin compasión. A un iluminado ningún acto ajeno le afecta, pues nada teme, pero a la mayoría de la gente le afecta hasta la entonación de una palabra.

Por eso, el llanto del niño, sería como tu dices si fuese un niño occidental, pero no estoy seguro de que pueda ser así si ha vivido en un ambiente en el que le han estado enfatizando sobre todo que sea consciente, más que distinciones entre lo que es bueno hacer y lo que no. Mi idea de la disciplina monástica budista es la de una disciplina continua dirigida a reforzar la atención, la ecuanimidad, la concentración y la compasión, pero no los conceptos como “lo bueno”, o “lo malo”.

En lo que sí estoy de acuerdo contigo es en que “la intervención del monje pretendiendo cambiar la realidad según sus deseos es lo que violentó la relación natural entre los dos jóvenes”. Hay como una expulsión continua del sexo, fuera de las cercanías de las instituciones, en casi todas las culturas, incluida la del budismo monástico. Aunque hay escuelas tántricas en el budismo, que tratan de incorporarlo a la institución, pero son minoritarias. Hoy en día está Oshu, el gran meditador indio, que la sigue, y tiene un gran prestigio. Yo creo que esa desconfianza va en contra de los principios del budismo y de cualquier perfeccionamiento espiritual, pues, como dice OSMU, el sexo es una de las principales fuerzas con las que contamos, y el deseo de iluminación es también originariamente sexual.

De lo de “la torpeza cobarde del dictador que jugaba a maestro” no sé qué decirte, pues no sé exactamente a qué te refieres, no recuerdo bien los detalles de lo que pasaba en esa parte de la película. Creo que te refieres al asesino recién llegado que pretende ser maestro, pero no estoy seguro.

Toda la parte final creo que es tal como la describes, o al menos yo también la sentí así.

“Empezar a caminar como sea. Con la actitud de responder a cualquier pregunta, incluso con un “no sé ahora, pero ya sabré”.

Un hombre dibujando al niño que tiene delante. Un ser humano en estado de alerta para que nada se le escape. Un hombre que responde con su ejemplo

Por fin, un maestro”.

Una descripción preciosa.

Antonio G. Olivares





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