Entonces, ¿no hay centro?
En cualquier circunstancia podemos y debemos encontrar el equilibrio (nuestro centro) y el ejemplo de aquellos hombres que admiraban a Hipatia, me recordaban esa idea.
El poder que alguien te da, se aloja fuera de tu dominio porque adolece de haber sido conquistado por la conciencia.
Admiraban a Hipatia por su poder de convocatoria, por la vitalidad de sus ideas, pero sobre todo porque ella se quería como era y ello le hacía libre.
Cuando nos queremos y empatizamos con aquellos que no necesitan de la servidumbre de los demás, podemos alojarnos en su hospitalidad sin condiciones.
Cuando necesitamos que nos quieran, le hacemos la guerra a la soledad sin tener en cuenta que invadimos territorios ajenos y que convertimos en siervos a quienes son, o podrían ser libres de nosotros.
Hipatia compartía su espacio sin condiciones y se alejaba de aquellos que pretendían cerrar alguna de sus puertas.
El miedo es oscuridad y unirse en grupos es una manera de ahuyentarlo, ahuyentando también la solución para asumirlo.
¿Qué diferencia hay entre un grupo pequeño que arremete violentamente contra otro por ser distintos y un ejército que invade un país por tener creencias e intereses contrarios?
Admiraban a Hipatia por su capacidad para asumir los retos en primera persona, pero no conocían cómo lo hacía y esto humillaba a quien por decreto quería dominarla.
Teón (su padre), adora a la alumna aventajada que transmite sus enseñanzas, pero la abandona cuando tiene que enfrentarse con los poderes establecidos.
Orestes le declara su amor en público, pero no es un acto de valentía como pudiera parecer y de ahí la tristeza de Hipatia. Orestes se erige en centro de atención violando el descanso de una obra de teatro y la atención de un público que él no había convocado. Con ese altavoz dice amar a Hipatia y quererla como esposa, emocionando a todos los asistentes menos a Hipatia y a su padre Teón. Su amor no la conquista porque no es amor y esta negativa le ofende al sentirse descubierto. El siguiente paso avala esa negativa.
La vanidad es otra forma de violencia
Llega pronta la contestación de esta mujer, mostrando una prueba de que no está preñada de felicidad y Orestes se va avergonzado.
Davo, el esclavo, reza: “Si él no ha sido capaz puedo serlo yo”. Davo está más cerca de ella y por tanto de él mismo, como lo demuestra el intento de forzarla y el seguido arrepentimiento. ¡Mátame! Y ella le perdona. Ve, eres libre. Libre de escuchar a quien quieras, no a mí por haber sido tu dueña.
Después de repetir lo que dicen otros y estar a punto de perderse, Davo recuerda que Hipatia le perdonó y crecerá su admiración por ella. Este sentimiento ilumina su ser y se escuchará, por primera vez, a sí mismo. Ya no tiene que depender de quienes buscan la uniformidad de pensamiento pues ha sido capaz de encontrarse. Buscará a Hipatia para salvarle de sus verdugos y habiendo llegado tarde, decidirá quitarle la vida para que no puedan torturarla como querían.
En poco tiempo recorrerá el camino de varias generaciones de los llamados “hombres libres” y llegará a la conclusión de que cada uno tiene que ser soberano de sí mismo y nadie puede concederte este don. Abandonará en ese momento las armas para quedarse a solas con un solo argumento: “Su amor por Hipatia era el amor a la verdad”. No necesitaba más para poner fin a un sufrimiento inútil.
Aplaudí a Davo por la valentía de asumir en primera persona sus contradicciones. Y a Alejandro Amenábar por haber ¿inventado? este personaje.
Lo demás, aunque la historia no fuera históricamente correcta lo era anímicamente y eso la hace genial.
Gracias, Alejandro Amenábar.
En cualquier circunstancia podemos y debemos encontrar el equilibrio (nuestro centro) y el ejemplo de aquellos hombres que admiraban a Hipatia, me recordaban esa idea.
El poder que alguien te da, se aloja fuera de tu dominio porque adolece de haber sido conquistado por la conciencia.
Admiraban a Hipatia por su poder de convocatoria, por la vitalidad de sus ideas, pero sobre todo porque ella se quería como era y ello le hacía libre.
Cuando nos queremos y empatizamos con aquellos que no necesitan de la servidumbre de los demás, podemos alojarnos en su hospitalidad sin condiciones.
Cuando necesitamos que nos quieran, le hacemos la guerra a la soledad sin tener en cuenta que invadimos territorios ajenos y que convertimos en siervos a quienes son, o podrían ser libres de nosotros.
Hipatia compartía su espacio sin condiciones y se alejaba de aquellos que pretendían cerrar alguna de sus puertas.
El miedo es oscuridad y unirse en grupos es una manera de ahuyentarlo, ahuyentando también la solución para asumirlo.
¿Qué diferencia hay entre un grupo pequeño que arremete violentamente contra otro por ser distintos y un ejército que invade un país por tener creencias e intereses contrarios?
Admiraban a Hipatia por su capacidad para asumir los retos en primera persona, pero no conocían cómo lo hacía y esto humillaba a quien por decreto quería dominarla.
Teón (su padre), adora a la alumna aventajada que transmite sus enseñanzas, pero la abandona cuando tiene que enfrentarse con los poderes establecidos.
Orestes le declara su amor en público, pero no es un acto de valentía como pudiera parecer y de ahí la tristeza de Hipatia. Orestes se erige en centro de atención violando el descanso de una obra de teatro y la atención de un público que él no había convocado. Con ese altavoz dice amar a Hipatia y quererla como esposa, emocionando a todos los asistentes menos a Hipatia y a su padre Teón. Su amor no la conquista porque no es amor y esta negativa le ofende al sentirse descubierto. El siguiente paso avala esa negativa.
La vanidad es otra forma de violencia
Llega pronta la contestación de esta mujer, mostrando una prueba de que no está preñada de felicidad y Orestes se va avergonzado.
Davo, el esclavo, reza: “Si él no ha sido capaz puedo serlo yo”. Davo está más cerca de ella y por tanto de él mismo, como lo demuestra el intento de forzarla y el seguido arrepentimiento. ¡Mátame! Y ella le perdona. Ve, eres libre. Libre de escuchar a quien quieras, no a mí por haber sido tu dueña.
Después de repetir lo que dicen otros y estar a punto de perderse, Davo recuerda que Hipatia le perdonó y crecerá su admiración por ella. Este sentimiento ilumina su ser y se escuchará, por primera vez, a sí mismo. Ya no tiene que depender de quienes buscan la uniformidad de pensamiento pues ha sido capaz de encontrarse. Buscará a Hipatia para salvarle de sus verdugos y habiendo llegado tarde, decidirá quitarle la vida para que no puedan torturarla como querían.
En poco tiempo recorrerá el camino de varias generaciones de los llamados “hombres libres” y llegará a la conclusión de que cada uno tiene que ser soberano de sí mismo y nadie puede concederte este don. Abandonará en ese momento las armas para quedarse a solas con un solo argumento: “Su amor por Hipatia era el amor a la verdad”. No necesitaba más para poner fin a un sufrimiento inútil.
Aplaudí a Davo por la valentía de asumir en primera persona sus contradicciones. Y a Alejandro Amenábar por haber ¿inventado? este personaje.
Lo demás, aunque la historia no fuera históricamente correcta lo era anímicamente y eso la hace genial.
Gracias, Alejandro Amenábar.
Entonces, ¿no hay centro?
La verdad es un círculo cuyo centro está en todas partes.
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1 comentario:
Hace más de un año que publicaste este comentario en mi blog y lo vuelvo a leer ahora. Me encantan las cosas que propones, lo que dices. Con tu permiso me descargaré tu libro 23 maestros de corazón.
Un abrazo
María
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