Qué sorpresa el desfile de las Fuerzas Armadas.
Una semana de preparativos, la complicidad del tiempo (un sol deteniendo a las nubes) y el público expectante.
Unos momentos antes de empezar la exhibición, un militar reparte banderitas españolas a los niños. Alguna vuela para llegar a quienes están lejos. Una de éstas la intercepta una señora provocando la protesta de todos los que allí estábamos. “Era para ese niño…” (intervenimos) “¡Es mía! ¡Sólo se la doy si a mí me dan otra!”. Naturalmente se fue de vacío porque estamos es una democracia, es decir, es un país sensato.
Qué sorpresa esta exhibición militar.
Los uniformes, el paso marcial, las medallas… También mujeres, pieles de colores, soldados pensando en los demás. Se nota que estamos más relajados.
Qué sorpresa mis lágrimas.
Empezaron a desfilar por las alturas. Mi compañero señaló el primero de los aviones y me dijo: “Cuesta más que el presupuesto de algún país”. El cielo se llenó de nubes. Inmediatamente aparecieron los blindados, los carros de combate, tanques y demás construcciones guerreras, seguidos por batallones de hombres y mujeres capaces de hacerlas “hablar”. También ambulancias y ayuda humanitaria.
No paré de llorar mientras duró la exhibición. Estaba viendo la razón de la fuerza y esta imagen iluminó el recuerdo de tantos y tantos muertos que lo fueron porque la razón no encontró ejército. Lloraba sin amargura, pues estoy segura de que la mayoría allí presente quería un mundo mejor, más justo, menos violento… pero lloraba. Sentía como si gritasen a través de mí los que se fueron: “No queremos ni uno más, estamos los justos para denunciar la injusticia de no estar a la fuerza”.
Qué sorpresa los hombres que asumen la derrota y evitan con ello la violencia.
La libertad de expresión del pensamiento dónde, cuándo y cómo sea.
La tolerancia como base de convivencia, contraste de pareceres y bienestar.
Unos mínimos cimientos de estoicismo.
Amor a la ciencia que se trasluce en la exposición y demostración.
Síntesis de lo racional y lo místico, de la razón y la intuición.
La Vida. ¡Qué sorpresa!
1 comentario:
Imagina que no hay países... imagina que no hay fronteras. John Lennon tenía razón. Y por decir las cosas como son y abiertamente, acabaron con él... pero nadie pudo matar sus ideas.
Un día no habrá fronteras. Un día no se venderá carne en los supermercados, ni habrá mataderos, ni habrá guerras o soldados o artillería. Un día, no habrá padres que maltraten a sus hijos, o parejas que maltraten a sus maridos o mujeres. Un día todo esto y más, sucederá. Y sucederá aquí en la Tierra, igual que en otros planetas sucedió antes, y sucederá después.
Es el proceso de evolución espiritual, aplicado a todo el Universo.
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