En las guerras se usan las armas de destrucción masiva para ganar al enemigo. Como esa victoria se apellida “de mentira” lo único que conseguimos es debilitarnos porque perdemos humanidad.
Las guerras son respuestas infantiles a problemas complejos.
La verdad solo se puede ver desde el apellido “inocencia”. El problema es que no hay una ventanilla donde "adquirirla".
Cada uno tenemos nuestra verdad. ¿Es un puzle entonces? Sí. Un puzle en el que cada aspecto lleva el latido de la imagen completa.
Ocurre que hay quien tiene una pieza y otros varias. ¿Es injusta la vida, entonces? ¡No!
Cada uno responde por los talentos que recibe. Desarrollarlos lleva un tiempo distinto para cada uno.
Hay supersticiones por las que se impide que los niños se miren en los espejos, creyendo que ello traerá algún peligro. Yo lo interpreto así: La verdad es diáfana y en ocasiones no tenemos todavía la madurez suficiente para contemplarnos en ella.
Un arma infalible es la empatía. Un buen actor lo entendería. Entrar en el espacio del otro para ver que ve y qué capacidad de respuesta tiene ante el problema que la vida le está planteando, todo un reto.
Un amigo nos daría una clase. Cuando no podemos responder desde nuestra capacidad pero él sí desde la suya y no puede “prestarnos” su solución porque funcionamos con un programa anterior al suyo, se queda con nosotros acompañándonos en esa oscuridad. Esa solidaridad ilumina la verdad y ya podemos ver la salida. Una salida que es en realidad entrada en otro nivel. (Al cielo sólo se sube por esa escalera).
Cuando la verdad acaricia nos invade la felicidad y es ahí donde nos gustaría establecernos.
¿Cómo reconocer la Verdad ? Con una infalible prueba: Si no le sobra ninguna pieza.
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