Es bueno que haya un
intermediario entre el piano y el posible pianista. La memoria se aloja en
todos sus espacios y no es lo mismo que escriba en sus teclas un novato o
alguien que sabe apreciar el esfuerzo de los demás.
Quien espontáneamente quiere escribir su partitura en un piano ajeno tendría que hacerlo como si fuera suyo en la forma de cuidarlo y apreciarlo.
Supongo que ese hecho influye en la persona que está vigilante.
Cualquier otro instrumento puede llevarlo “quien lo toca”, pero el piano necesita “brazos ajenos” para transportarlo.
Sus teclas se mueven uniformemente de arriba abajo. Cambia la intensidad, la velocidad, el tiempo… pero no pueden cambiar de sitio. Están pegadas a la tierra, como la sociedad.
El piano y “quien lo toca” podría ser una metáfora.
Para que la sociedad sea justa cada individuo tiene que tener sus siete notas bien distribuidas. Cuatro hospitalarias por tres básicas.
Individuo (4) y sociedad (3) son complementarios o contradictorios, depende del orden. El individuo tiene el suficiente espacio para incorporar a la sociedad, pero si en lo que es colectivo priman los intereses individuales hay guerra porque falta espacio.
¡La música! ¡Qué misterio!
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