Mi pequeña amiga. No sé muy bien de qué hablas, pero entiendo que estás pasando un mal momento. La vida incluye estas secuencias y el tiempo nos ayuda a encontrar el tono más adecuado para afrontarlas.
En alguna ocasión he intervenido en conversaciones en las que se trataba injustamente a personas a las que yo conocía bien y que de ninguna manera se ajustaba a la verdad aquello que se decía. Esa es la primera sensación que he tenido al leer tu carta. No eres justa contigo, pero es normal esa reacción.
Quizás yo esperaría de ti serenidad y, por qué no decirlo: más valor.
Hay que ser valiente para admitir errores y ceñirse a la realidad. ¿Alguien ha sufrido por mi culpa? Pediré perdón y restituiré lo que pueda. Así podré quedarme a solas con mi realidad.
Cuando tenemos pocos años los conflictos aparecen multiplicados y un garbanzo, a pesar de que lo oculten siete colchones, es capaz de amoratarnos el ánimo. La vida nos parece un cuento, feliz o desgraciado, pero un cuento.
Cuando tenemos pocos años necesitamos puntos de referencia. Las grandes ideas parecen tener vida propia y les ponemos un rostro divino porque somos demasiado pequeñas para alojarlas en nuestra comprensión.
No somos capaces de compartir un juguete que es “nuestro”, porque traducimos “ser” por “poseer”. Dibujamos fronteras que nos impiden crecer en esa mezcla vital que llega del otro lado y levantamos muros creyendo que así no se verá nuestra delgadez humana.
Maduramos.
En alguna ocasión he intervenido en conversaciones en las que se trataba injustamente a personas a las que yo conocía bien y que de ninguna manera se ajustaba a la verdad aquello que se decía. Esa es la primera sensación que he tenido al leer tu carta. No eres justa contigo, pero es normal esa reacción.
Quizás yo esperaría de ti serenidad y, por qué no decirlo: más valor.
Hay que ser valiente para admitir errores y ceñirse a la realidad. ¿Alguien ha sufrido por mi culpa? Pediré perdón y restituiré lo que pueda. Así podré quedarme a solas con mi realidad.
Cuando tenemos pocos años los conflictos aparecen multiplicados y un garbanzo, a pesar de que lo oculten siete colchones, es capaz de amoratarnos el ánimo. La vida nos parece un cuento, feliz o desgraciado, pero un cuento.
Cuando tenemos pocos años necesitamos puntos de referencia. Las grandes ideas parecen tener vida propia y les ponemos un rostro divino porque somos demasiado pequeñas para alojarlas en nuestra comprensión.
No somos capaces de compartir un juguete que es “nuestro”, porque traducimos “ser” por “poseer”. Dibujamos fronteras que nos impiden crecer en esa mezcla vital que llega del otro lado y levantamos muros creyendo que así no se verá nuestra delgadez humana.
Maduramos.
Tarde o temprano, los años, los nuestros, se extrañan y quieren estar todos juntos. Es éste un momento delicado, pues cada uno defiende lo suyo. No es lo mismo el año 6 que el 26 o el 86 y hay que encontrar un espacio donde todos puedan sentirse cómodos sin renunciar a sus peculiaridades.
Soportamos mal no ser el ombligo del mundo y reaccionamos como reyezuelos. Un niño puede decir “te odio” porque no tiene recursos todavía para diferenciar responsabilidad y dependencia, pero si odiara un adulto, se habría cerrado caminos fundamentales para alcanzar la madurez en ese viaje al centro de uno mismo.
La paradoja está en que ese trayecto al centro, solo puede hacerse desde la madurez que se aloja en ese centro.
Querida amiga. Gracias por prestarme tu espejo.
Soportamos mal no ser el ombligo del mundo y reaccionamos como reyezuelos. Un niño puede decir “te odio” porque no tiene recursos todavía para diferenciar responsabilidad y dependencia, pero si odiara un adulto, se habría cerrado caminos fundamentales para alcanzar la madurez en ese viaje al centro de uno mismo.
La paradoja está en que ese trayecto al centro, solo puede hacerse desde la madurez que se aloja en ese centro.
Querida amiga. Gracias por prestarme tu espejo.
(Ranillas de Zaragoza)
Letter to an imaginary friend.
My little
friend, I don´t know very well what you´re talking about, but I understand
you´re going through a bad moment. Life includes these sequences and time helps
us to find the most adecuated tune to face them.
Sometimes,
I´ve taken part in conversations in wich, absolutely far away from the truth,
people whom I knew well were treated unfairly. That is the first sensation I´ve
had reading your letter. You´re not fair with yourself, but that´s a normal
reaction.
Perhaps, I´d
wait from you serenity and, why not, more courage.
You
have to be brave to admit mistakes and keep to reality. Has anybody suffer
because of me? I´ll ask for forgiveness and give back what I can, so I´ll be
able to stay on my own with my reality.
When
we´re very young, conflicts appear increased and a chickpea, in spite of been
hidden under seven mattresses, is able to bruise our spirits. Life looks like a
story, happy or not, but just a story.
When
we´re very young we need points of reference. Big ideas seem to have their own
life and we put them a divine face because we´re too small to put them up in
our comprehension.
We aren´t
able to share a toy “of us”, because we translate “to be” as “to own”. We draw
borders that prevent us from growing in that vital mixing coming from the other
side and stand walls thinking that way our human thinness won´t be seen.
We
mature.
Sooner or
later years, ours, miss each other and want to be together. This is a delicate
moment, each one defends itself. Year 6 is not like year 26 or 86 and it´s
necessary to find a space where all of them can feel comfortable without
renouncing their peculiarities.
We
bear very badly not to be the centre of the universe and react like kinglets. A
boy can say “I hate you” because he isn´t still resourceful to distinguish
between responsibility and dependence, but if an adult was hated, fundamental
ways to reach maturity in that trip to one´s element would have been closed.
The
paradox is that journey to the centre can just be started from the maturity put
up in that same centre.
Dear
friend, thank you for lending me your mirror.
(Traducción María Rubio)
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