Meterse el pie en la boca no siempre está bien, pero en algunas ocasiones tiene sentido.
El pié y la tierra son fundamentales para caminar.
Como eres pequeña, los brazos de quienes te queremos hacen de ascensor y el suelo te echa en falta. La tierra pregunta a tus pies ¿Qué ocurre? ¿Por qué tanta ausencia? La respuesta al diálogo tiene el altavoz silenciado y es que la madurez también duerme.
Mami entiende muy bien por qué necesitas hablar con tu pie desnudo. Sonríe cuando lo acercas a tu boca y parece que te lo comes.
Son etapas.
Ahora sólo puedes sentirlo y las ideas tardarán un poco en llegar, pues la carroza en la que viajan está conducida por los años.
En este momento la realidad de los adultos para ti es oscuridad y esa figura que componéis entre tu pie y tú, (un Ouroboros, una serpiente que se muerde la cola), cierra la puerta a lo desconocido. Pero dentro de nada romperás el hechizo y tus pasos firmes, seguros e independientes le quitarán la máscara a ese enigma y se verá en todo su esplendor la luz que estaba oculta en esos recovecos del tiempo.
Mamá os cuida a los dos. Te deja un ratito con Pía y recíprocamente le haces caso poniéndote el pijama porque es tu hora de dormir.
Te contaré lo que dice Heráclito: “El sol tiene el tamaño de un pié humano” y tú, pequeñuja, eres un sol.
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