¿Sabes quién era Pinzón? Seguro
que tu abuelo José lo conoce.
Hace muchos, muchos años, cuando
yo era niña, Pinzón era el Google de la memoria. Sabía todo lo que pasaba en
nuestras casas y lo piaba a los cuatro vientos. Hizo nido en mi disco duro y de
vez en cuanto me cuenta cosas. Por ejemplo:
“Hay un niño que se llama Víctor que es un
estupendo portero, pero se enfada cuando le meten un gol”.
Los enfados no sientan bien a
nadie porque son una tontería.
Si un portero se enfada, lo que
hace normalmente es quedarse quieto, cruzar los brazos, bajar la cabeza y como consecuencia de esa
falta de reacción pueden meterle otro gol.
Si por un gol se ha enfadado con
el segundo se llena de “ira” y esto es fatal porque ese sentimiento es como un
virus informático que te hace repetir el enfado como un papagayo.
No te creas que solo les pasa a
los niños. ¡Qué va! Los mayores no se libran de esta epidemia y eso que se
supone que tienen que dar ejemplo.
Le pregunto a Pinzón qué se puede
hacer en estos casos. Me nombra al Oso Panda, a Rafa Nadal y desaparece.
Al principio me enfado porque un
amigo no se puede ir cuando lo necesitas, pero entonces “Panda” aparece y le
cierra la puerta a esa señora “Ira”. Luego se va.
Como un “enfado” sin “ira” no
tiene fuerza me deja pensar.
- ¿Por qué se fue “Panda”? Porque hizo lo que tenía que hacer.
- ¿Por qué Rafa Nadal? Porque juega al tenis
¡Ah! Ya
entiendo.
Si Víctor
cuando le marcan un gol golpea con la raqueta de su inteligencia al enfado y lo
echa de la portería, no pierde su atención y defiende su terreno. Además, anima
al resto del equipo para que protejan mejor su espacio.
¿Y si pierden?
Si uno pierde
es porque ha ganado el otro que era mejor y de eso se trata.
En el fútbol,
como en cualquier deporte, solo pierde quien se enfada.
Querido Víctor,
estoy segura de que el mal humor nunca marcará en tu ánimo.
Con
mucho cariño
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