En aquellos tiempos enseñaban a obedecer y de ahí esa expresión entre triste y enfadada. Estábamos saliendo de una dictadura y costó recobrar el ritmo social. (Esa tristeza fue muy pasajera, ya que mi infancia fue envidiablemente feliz).
Enseñar no es lo mismo que educar. Si yo pretendo que sepas lo que yo sé te convertiría en alguien sin criterio y consecuentemente en una persona dependiente de mí.
Educar es acompañar.
Tus padres están contigo desde el primer momento que llegaste.
Durante nueve meses fuiste como un pez. Crecías en un líquido (amniótico) y respirabas a través de tu madre. Cuando decidiste salir, tus pulmones tomaron el testigo y fueron ellos quienes te proporcionaron el oxígeno necesario para empezar tu historia.
De la misma forma que los pulmones no funcionan en el período de gestación, la autoestima es sinónimo de madurez y siendo tan pequeña todavía no se puede acceder a ese tesoro. El cariño es tu oxígeno. Sus ingredientes son confianza, respeto, generosidad y alegría.
Dentro de poco cumplirás dos años. En estos meses has estado acompañada por tus padres. Acompañada en todo lo que significa esa hermosa palabra. Te han cuidado. Te han querido. Están encantados de conocerte y esa alegría es una semilla sembrada en tu presente en el que ya se ven los frutos. Una niña feliz, llena de curiosidad por conocerlo todo. Un ser humano libre para serlo.
Un impresionante espectáculo vital que te lo cuenta una espectadora emocionada.
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