sábado, 9 de septiembre de 2023

6.- ELLA

Lunes, 23 de mayo 2011

Cayó golpeándose la nariz en las escaleras y acabó en el suelo. Le ayudamos a levantarse. Sangraba mucho y llamamos al 112.

A varias personas se les vio la intención de prestar ayuda, pero poco se podía hacer ante la próxima llegada de los servicios médicos y se fueron.

Mientras Eugenio estaba pendiente del servicio de urgencia, ella se quedó y entre las dos conseguimos que mantuviese la cabeza levantada. Poco a poco la hemorragia se detuvo. Descubrió sus pantalones manchados de sangre y escenificó un evidente gesto de fastidio: “Vaya, lo único que los demás veían limpio…”

Conseguimos sentarle. Habló con él con frases cortas y un tono cercano. Lo primero que hizo fue preguntarle cómo se llamaba y en todo momento se le dirigió por su nombre: Jesús. Le tocó la nariz de manera distinta a las circunstancias que le habían empujado al suelo. Se acercó a él, para saber quién era y le prestó una ayuda que se merecía porque seguramente no se merecía lo que le pasaba.

Enseguida llegaron dos policías y la ambulancia. Se aconsejó el ingreso. Su nariz estaba rota.

Un policía nos preguntó cómo se produjo la lesión. Si hubo alguna pelea. Respondimos que no. Lo que le hizo caer fue un tropiezo con el alcohol. Estaba muy bebido. La bronca debía ser interior.

Antes de que se lo llevaran, como pudo, nos dio las gracias a Eugenio y a mí. Ella se había ido. Tenía prisa y se marchó porque ya estaba todo controlado.

Teníais que haber visto la escena. Al principio estaba tan borracho que era imposible que sus piernas se enderezasen. Sentado, después de pronunciar su nombre a requerimiento de esta bondadosa mujer, fue serenándose poco a poco.

Fue toda una historia en secuencias cortas. Atendiendo su nariz para que dejase de sangrar. Lamentando ser un “gilipollas”. Acusando una incipiente alegría porque alguien se estuviera interesado por él. Encontrando la serenidad perdida al decir quien era. “Me llamo Jesús y …”.

La lotería tiene dos caras. Una absurda en la que aceptamos que “uno” se lleve lo que “pierden” todos.

Otra vital. Quien nace con el premio puesto debe saber que tiene que devolver a los demás la parte que les correspondería y que se les negó sin que dieran su consentimiento.

Amiga desconocida, tenemos una parte del agradecimiento de Jesús que te corresponde. Sería un premio poder devolvértelo.

***



(Traducción María Rubio)

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