El mayor enemigo que tenemos somos nosotros mismos.
Podría relatarse la batalla de esta manera:
Luchamos por no perder territorio y nos atrincheramos para impedir que pase el enemigo. Como llamamos enemigo a lo desconocido y lo que conocemos inicialmente tuvo ese apellido, solo habrá una manera de ganar la paz:
No haciendo la guerra.
Este armisticio permitirá que la vida entre plena en nosotros.
Pero quitar fronteras supone ampliar el espacio y lo ya conocido quiere quedarse en propiedad. La pasión llegará, como un notario, ordenando al dragón que desaloje. Hay sitio para todos (dirá ese elegante caballero) y ofrecerá una percha al monstruo donde colgar su fiereza y un asiento en su mesa para que nunca más se vea desplazado. Después de la comida, (¿el postre?) se nos dará una pista. Oiremos una voz que nos pide:
¡Cuéntamelo otra vez!´
No hay comentarios:
Publicar un comentario