Érase una vez alguien que oyó a un sabio
decir:
“la perfección es ser”
Un eco le respondió:
¡perfecto!
Un plumilla tomó nota:
“La perfección es ser”, ¡perfecto!
En ese momento a un tercero la coma le
incomodó
y para marginarla dejó la frase en brazos de la redundancia:
“La perfección es ser perfecto”
Ahora
quien estaba incómoda con esa angaripola moral,
era la idea de ser.
Llamó
a los puntos suspensivos que intervinieron inmediatamente poniendo orden en esa
idea.
Bueno...
don perfecto... en realidad... ser... es otra cosa... es... bueno...
Como
los puntos suspensivos eran unos pedazos de pan (migas, pero pan al fin)
permitieron a don perfecto salirse por la tangente y escuchar lo que alguien
decía:
“Ser
Bueno Es Ser
Una
música sonó:
“Yo
quiero que tú seas, y ser contigo”.
Y
colorín colorado, este cuento NO se ha acabado.
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