Esperaba en el semáforo que en
esos momentos estaba rojo para los coches. Tenía prisa y paré un taxi. Venían
dos seguidos y ocupados.
El primero se detuvo porque el
cliente había llegado a su destino. Al abrir la puerta me indicaste que tuviera
la amabilidad de coger (tomar) el otro taxi. “Está ocupado”, te dije y subí al
tuyo sin problemas.
Enseguida me di cuenta de que la
observación había sido por solidaridad con tu compañero. “Yo acabo de
alquilarme, ahora te toca a ti”.
Comentamos ese buen rollo que
parece ser habitual entre los taxistas, salvo alguna excepción, como ocurre en
todas partes. En el corto trayecto coincidimos en muchas ideas de ese estilo.
No sé cómo te llamas, pero yo
voto por ti.
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