domingo, 1 de octubre de 2023

EN EL AUTOBÚS

 



 

Una Niña

 

         Estaban sentados cerca de mí y me llamó la atención su hablar preciso, con un tono propio de su edad, no más de cuatro años. Jugaba con él y le ganaba en la carrera de romper burbujas de aire, esas que protegen cualquier cosa que se deje envolver. 

         Me sorprendió oírle decir: “Papá, yo no quiero ir al cielo, porque allí no veré a mis amigos, ni a ti, ni a mamá…” 

      Él salió del paso con un “en esa altura se ve todo, incluso puedes volar como los pájaros”. Ella crecía en entusiasmo. “¡Es que dios es el mejor!” lanzó con una convicción que provocaba celos divinos. Su padre siguió el juego: “Es tan bueno que nos pone un ángel de la guarda para cuidarnos” y le puso ejemplos de peligros pasados en los que ella se hizo menos daño del que debía por estar protegida. ¡Era eso! Rápida, como si tuviera alas, recordó el día que le pisó y no hubo ninguna herida, a pesar de que el dedo más pequeño de su pie había quedado debajo de su zapato-apisonadora. ¡Qué chuli es tener ángel de la guarda! exclamó alborozada. No vi la expresión de su padre, pero seguro que sonreía.

       Cuando creí que esta animada conversación ya había terminado, ella nos sorprendió: “Papá ¿Quién es el ángel de la guarda de Dios?” No hubo duda en la respuesta: “tú, hija mía, tú eres ese ángel”. 

      Era cierto ¿Dónde iba a estar dios mejor guardado que en aquella bondadosa pregunta? Dicho lo cual no di el juego por terminado.     

        Bajé del autobús. La mañana era cálida y había un extraño silencio. 

        ¿Quién preguntará por ella para que ese dios pueda volver a ocuparse de la responsabilidad que le corresponde?


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