Desierto:
Pequeño.
Conocido. Oasis. Necesidad de ver agua. No me interesan los desiertos.
Cubo:
Pequeño. De
madera. Cerca del agua. Refugio. No quiero quedarme en el agua.
Escalera:
Rodeada de
cactus para no poder subir. al lado del cubo.
Caballo:
Cara blanca.
Se llama Lince. Crines rubias. Color pardo. A mi lado.
Tormenta:
Muchos
truenos y relámpagos. Estrellas. Mucho ruido.
Flores:
Azules y
blancas. Grandes. Amarillas no.
Tiene sinónimos la muerte. No sigo,
termino, desaparezco. No vengas... no estaré. Odio las despedidas. No puedo
soportar el vacío que dejas al marcharte, porque nunca estuviste tan cercano como yo te quería.
Censuro las noticias que llegan sobre mí y
no hay razón, sino miedo.
Canta, por favor. Cántame esa nana con la
que duerme el monstruo.
El desierto no importa, pero sí aquello que
subraya. Tan interesantes son las líneas como las entrelíneas de este paisaje
centrado en una piedra de toque sin tocar todavía por aquella conciencia que
llegará del cielo. Y llegará a su tiempo.
La llave es una clave a leer entre líneas y
en su texto creemos encontrar un refugio. ¡Qué ingenuos!
La vida es mucho más generosa cerrándonos
la puerta para que así nos abandone el sueño de Caronte. De otro modo
faltaríamos a la cita con nuestra apasionada realidad.
Y a la fiesta.
La fiesta que se anuncia será por ese
encuentro.
***
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