sábado, 23 de marzo de 2019

ANTONIO G. OLIVARES - El vértigo de las ideas




La despedida de un baile.

Tiene el tango tal vitalidad, es tan fecundo, que podría compararse con un río. No se puede uno bañar dos veces en las mismas aguas. No se puede bailar igual un tango que el siguiente.

El final de un tango nos hace sentir orgullo, satisfacción por la culminación de un reto que hemos sabido afrontar. Y al mismo tiempo pena por su acabamiento.

Hemos oído muchas veces hablar del vacío en el que se encuentran los creadores de cualquier obra cuando la terminan y ese vacío aumenta con la calidad de lo que hicieron.

El diálogo con la persona querida.

El tango es una conversación con el otro. Se ha dicho que cada pieza es una historia de amor. Y es verdad. La catarsis del tango está en que el compañero generosamente nos presta su imagen para que en tres minutos hablemos de tú a tú con nosotros mismos. Es la “representación” de una historia de amor y por ello, para que el tango sea tango, estará blindada de cualquier transferencia hacia el otro.

Los actores saben bien del peligro que supone confundirse con su personaje.

En la relación íntima también está el peligro de invadir el terreno del otro. En un momento que se nos escapó, cambiamos la idea “Querer a” “Te quiero a ti” por “Querer de” “Quiero esto de ti”.

Si un día fui un cielo, ¿por qué hoy soy un infierno?
Si un día fui un héroe, ¿por qué hoy soy un ogro?

Yo no he cambiado (diría cualquiera de los dos protagonistas)

Y es verdad.


El diálogo por el propio amor de uno.

Es el único diálogo real que existe, el diálogo con uno mismo. Todo lo demás son proyecciones. Descubrir esos dragones y vencer las dificultades en las que esa luz nos sitúa es un reto que precisa de toda nuestra vida. Hasta el final.

Hemos hablado de tres finales. El final de un aspecto (un baile); el final de una relación amorosa (el diálogo con la persona amada) y el compromiso con uno mismo de recorrer hasta el final su propia historia, hasta el último día de su vida.

Os contaré un secreto que descubrí en El Tango con Darío. En el centro está la conciencia. Cuando llegamos al final, esta gran amiga, la conciencia, nos guarda una sorpresa.

Os aseguro que hay una para cada uno

Un torrente de posibilidades en la forma de bailar, de interpretar qué nos sugiere en cada momento cada tango.

Para este viaje necesitamos ponernos de acuerdo en el lenguaje. Por lo menos, saber en qué paisaje nos movemos.

A un lado el ritmo y al otro la melodía.

Allá, junto al ritmo, el cuerpo con todas sus necesidades.

Para escuchar la melodía, la idea como elevación.

Las necesidades humanas sujetas al ritmo de sus derechos.

La melodía de la libertad individual.

Repasemos:

El ritmo y la melodía.
El soma y la psique
Los derechos humanos y la individualidad

Se dice que cada tango es una historia de amor.

La historia es una sucesión de momentos y cada momento tiene su tiempo. Se nace y se muere. Lo que termina es porque ha empezado y todo comienzo indica un final previo.

Cuando una historia de amor termina ¿por qué pretendemos convencernos de que no hubo amor?

¿Por qué las arrugas de un anciano rostro podrían negar que ayer, ese rostro, fue joven?
El enamoramiento es un estado de gracia en el que nos vemos completos. Por un minuto acariciamos nuestra individualidad, entramos en el nirvana. Pero no es posible retener "a voluntad" esa emoción. El río de la vida traza su curso y hay que recorrerlo desde su nacimiento hasta la playa. Resulta complicado mantener el equilibrio de nuestra frágil nave. El tango nos da su clave.… no invadir espacios… dos soledades que se abrazan…no detenerse en los errores del otro… escuchar…

Cuando decimos o cuando nos dicen: "ya no estoy enamorado de ti", queremos decir "no tengo luz". Desde esta perspectiva no me veo. No puedo seguir en mí. Estoy ciego. Si yo quiero irme de allí porque ya no me veo, me resultará sencillo entender que el otro se fue para no perderse y dejaré de reprocharle que lo hiciera.

Dice Rojas Marco que la tristeza y el miedo son los ladrones de la felicidad.

Hay épocas de crecimiento en las que necesitamos nuevos aportes vitales y estos aportes solo se consiguen respondiendo correctamente a los nuevos retos. ¿Pero quién nos indica cómo hacerlo, si la actitud correcta requiere un espacio que aparece cuando adoptamos esa actitud correcta?





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